Hoy más que nunca la cultura es una forma de resistir frente a los que tienen y ejercen el poder. Defendemos la cultura porque es una manera de ser para constituir una manera de estar. La cultura no puede ser un adorno, tampoco un mero objeto de consumo. La cultura nace en la raíz social y es, por tanto, para todos, de todos y desde todos. La cultura es para compartir, si no, deja de tener el sentido de su nacimiento.
Defendemos la cultura por compromiso, la defendemos con valor y la construimos con valores. Queremos que sean los jóvenes los que construyan cultura, los que se liguen socialmente desde sólidos cimientos. Ellos serán el futuro si hacen mucho presente, si construyen con valor y compromiso, si tejen, resisten, sueñan, hacen, ofrecen alternativas reales, exploran posibilidades, si son estando, si están siendo. El teatro nos ha ayudado a cumplir este compromiso y será el acero que arme este ambicioso proyecto. El teatro nos ha permitido asentar una serie de valores que parten de una idea muy clara: el teatro es una creación colectiva y es fruto de un esfuerzo de grupo. De esta matriz se derivan una serie de valores que los jóvenes que han trabajado con nosotros no solo han asimilado, sino que han puesto en práctica, han hecho efectivos de una manera práctica y orientada, concluyendo, por ello, que valores como el esfuerzo, el rigor, la disciplina, el trabajo cooperativo, el entusiasmo, la generosidad, la eficiencia en la utilización de recursos y el interés por la cultura son valores operativos, que sirven y que, además, están avalados por una ética, por una visión del mundo. Así, el teatro deber ser una actividad fuertemente educativa, formando aspectos básicos de la vida y del entorno de los jóvenes. Asimismo resulta imprescindible la formación y educación de un público; porque el teatro no sólo forma actores y técnicos, también forma a un público. El público merece también un respeto y hay que dignificarlo, simplemente, intentando comunicarse con él, creando sentido y significados relevantes.
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